domingo, 3 de septiembre de 2017

Vientos de cambio


Aquel día, mirando las nubes, pensé que eran como un reflejo de la vida. Ahí estaban, plasmadas en el cielo, estáticas, como si siempre hubieran sido el dibujo del firmamento. Sin embargo, puede que te gires y ya no estén ahí, hayan desaparecido, como si nunca hubieran existido, o hayan cambiado de posición, incluso de forma. Así pasa con la vida: cambian las circunstancias y las personas; van y vienen, se transforman. Y cuando algo cambia, ya nunca volverá a ser exactamente lo que fue.


El ser humano tiende a ser reticente al cambio. Y la incertidumbre genera desazón. Las decisiones se vuelven más difíciles y pueden tener consecuencias irreversibles. Puede resultar tentador aferrarse a la ausencia de movimiento con la esperanza (vana) de que las circunstancias en la vida se mantengan tal y como están. Los vientos de cambio siempre están soplando, aunque no siempre se perciban. Durante las primeras fases de la vida la sensación es de continuidad, al menos todo fluye dentro de un cauce definido. Pero al crecer y al exponerse paulatinamente a la vida adulta, uno se da cuenta de que vivía en un cauce marcado, las circunstancias eran las aguas de un río que finalmente van a dar al mar y se abre un mar de posibilidades. Entiendes que hay caminos que sólo puedes recorrer solo y a la vez te das cuenta de como todo a tu alrededor se va transformando de forma inexorable, súbita e inesperada. No todos los cambios son negativos, si bien la idealización del pasado puede ser motivo de zozobra.

“La vida es cambio y movimiento, te juro que no miento, esa verdad me la ha enseñado el tiempo” ~ Sharif Fernández

El tiempo, verdugo y redentor, nos aboca a enfrentarnos a la adversidad. Es en esos momentos cuando empezamos a ejercitar la resiliencia, la fortaleza de espíritu para resistir el vendaval. Y, ya que el mundo no deja de girar y el tiempo no espera, la única medida es dar más de lo que desesperas. Así, siempre se vuelve necesaria esta capacidad de seguir adelante, pero no ha de funcionar sólo como inercia, también debe implicar la toma de decisiones y la determinación del sentido de tu vida. El camino menos difícil es transmutar el corazón en piedra para seguir adelante. Pero... ¿Acaso adormecer el corazón para no sentir el daño es la respuesta?

Vivir es sentir. Vivir es elegir. El dolor es para todos, y, aunque no sea el mejor ejemplo de ello, éste es un camino que es mejor no recorrer solo. En la vida hay que resistir golpes, pero esa fuerza para resistir también ha de ser un impulso para salir a buscar. Si de algo me he dado cuenta, es de que la vida es una fábrica de oportunidades, aunque los propios filtros mentales, los miedos y la indecisión nos puedan hacer pensar lo contrario. Y vencer a esta ambivalencia, a esta contradicción interna, es el camino requerido para tomar las riendas de nuestra vida. La enseñanza del cambio constante, es que hay que perder el miedo a hacer que las cosas cambien. La vida cambia aunque no te muevas, así que muévete para hacer de tu vida lo que deseas.

“Lo que te cambia la vida no lo eliges, pero sí hacia donde te diriges” ~ Pablo Carrouché

Hay que aprender a saltar, incluso a pesar de la incertidumbre.
Hay que aprender a pedir ayuda donde naufragamos constantemente por nadar en un mar de dudas.
Hay que aprender a tener los pies en el suelo y dar el paso adelante en cuanto se tiene la oportunidad.


Frente a este mismo paisaje en lontananza, comentaba una amiga: —Mira cómo se mueven los árboles (mecidos por el viento)— a lo que repuse: —Sí, bailan sin música, igual que yo.

¿Quién sabe lo que nos deparará el mañana? Sólo pienso en disfrutar de las cosas tal como son y trabajar para adaptarme a esos cambios que están por venir y adaptar el porvenir a eso que quiero ser y conseguir. Lo que tengo claro, es que cuando desaparezca del firmamento para volver al mar originario, quiero que en mi epitafio rece: "que me quiten lo bailao".

Supongo que no existe la analogía perfecta. Al fin y al cabo, cuando te giras, puede que las nubes se hayan marchado, y no queda ninguna marca de su paso, pero... ¿Quién puede negar que esas nubes que pasan por el corazón nos dejan una estela, una lágrima dormida, una huella indeleble...? Soplan vientos de cambio, creo que voy a saltar y voy a dejarme llevar a favor del viento, al menos por esta vez...

¡Nos leemos!